viernes, 14 de diciembre de 2007

De cacería

De buenas a primeras, y de segundas a malas empieza el cuento que el tito Robson os va a contar.
Érase una vez un hombre gordo al que pasar jornadas de cacerías le encantaba. Solía quedar con algunos de sus compadres, comprar unos cuantos litros de alcohol, y cuando el cuerpo rebosaba aroma etílico, desperdigarse cada uno con su perro en busca del "Tesoro Alado", el Aguila Imperial norteamericana.

Nuestro hombre gordo, apodado por los suyos Mr.Handsman, era diestro en el uso de las armas de fuego, mas en el deporte de la cacería, tales ventajas no servían de nada debido al estado psicotrópico de dicho personaje. Sus compadres le decían entre carcajadas "ni en la cama ni en el campo Handsmy toca un conejo blanco!".

Estas escenas costumbristas se producían cuando, después de la larga jornada de cacería (10:00am-13:30pm)todos se reunían para preparar sabrosos guisos de montaña y después disponerse a engullírselos como aves de corral.

Al final de estas jornadas -si más no- lúdicas, siempre acababan todos pegando tiros por doquier, a diestro y siniestro, a tutto colore. En resumen, en la ardua (y dolorosa) tarea de matar a perros de caza por error (o por intoxicación etílica), Mr.Handsman se llevaba todos los galardones otorgables. Por ello repetía en este deporte, aún no cazando nada dentro del coto, simepre se llevaba un recuerdo a casa."Este trofeo quedará bien en el salón" decía.