martes, 27 de noviembre de 2007

Pensamientos


"Joder, tengo que ser el mejor. Me los tengo que crujir a todos, no puede quedar uno en pie...
Me parece demasiado, esto no puede estar así. La mierda cada día que pasa huele más mal y al final ahoga a los que están a su alrededor.Tienes que aguantar la respiración y seguir adelante, desconectar la cabeza de los pulmones y no preguntarte qué coño haces,¿Qué por qué no sigues al rebaño? Pués porque quieres sobrevivir, porque no quieres ser uno más, quieres ser el mejor. No te basta con luchar a cada paso que das, cada paso que dejas atrás tienes que reternerlo en la mente para no olvidar los errores del pasado.

Podría haber caído y haberme quedado tendido, sin haber entendido el significado de las cosas, sin haber identificado las trampas y las oportunidades y, por tanto, sin haber luchado por mis ideales. En ese preciso instante decidí que después de cada golpe me levantaría, que no sólo lo intentaría, me alzaría con más rápidez con la que me cai. La jungla funciona así, o eres el tigre que acecha a su presa hasta derrotarla, o tarde o pronto serás descuartizado, y habrás pasado por la vida sin pena ni gloria...habrás sido un mediocre más, una oveja blanca en el rebaño. Como sujeto individual tendrás el mismo sentido y valor que el resto del rebaño. Por tanto, atiende a mi consejo: sólo sirve ser la oveja blanca cuando el resto son negras y viceversa.

Joder, tengo que ser el mejor..."

lunes, 12 de noviembre de 2007

Con Tito Berlusconi

Era de noche, las 3 o las 4 de la madrugada. Mr.Handsman estaba subiendo las escaleras de su casa, con una buena borrachera encima, intentaba sacar las llaves de su piso. Hablaba solo y de vez en cuando soltaba alguna carcajada. Por fin logró encaramarse a la puerta, y con las llaves en mano se dispuso a intentar hacerlas encajar en la cerradura, este era el momento más duro para cualquier borracho que se preciara. Intentó fijar la silueta de la cerradura en sus ojos, los cerró para fijarse más...pum! piñazo con el picaporte. Cayó al suelo como un saco de patatas inconsciente.

En su letargo empezó a recordar como había llegado hasta ese punto.
Todo jabía empezado al mediodía del sábado. Había quedado para comer con un viejo amigo, el viejo mafioso de Boston Tito Berlusconi. Tito era descendiente de siciliano e Irlandesa ("la ostia", como solía decir), de pequeño había trabajado en un manicomio limpiando las manchas de morfina de las sábanas, después empezó en los "negocios" de su padre, y acabó por hacerse con sus negocios, los de sus rivales e incluso algunos negocios estatales. Ahora era viejo, las arrugas i el pelo blanco delatan su edad, pero continua imponiendo un respeto a cualquiera que se le acerque como si de un aura se tratara. Era una persona muy afectiva, siempre sonriente con los suyos, tratándolos como a hijos. Por el contrario, los enemigos...bueno, no había quien tuviese cojones a ser su enemigo.
Había conocido a Mr.Handsman hace muchos años, cuando solo era un muchacho que empezaba en el mundo de las armas. Desde entonces le pareció un chico con mucho talento y lo adoptó como a un sobrino más. Comían juntos en Navidad, Acción de Gracias y alguna vez si coincidían en una ciudad, su relación, además de comercial era fraternal.

Hoy habían quedado en un restaurante italiano (que tópico), unos de los mejores de Brooklyn. Desde que se sentaron hasta que se levantaron no pararon de reir, se les notaba felices. Tras unos estaguetis al Pesto y unos raviolis al roquefort y unos cuantos vinos, sus caras ya estaban sonrojadas. Solían intercambiar los temas, normalmente de la familia y los negocios. Y aunque las carcajadas no se echaban en falta, nunca se perdía ni la cortesía ni el respeto mutuo. Al final el restaurante les invitó a fumar Montecristos y a unas cuantas rondas de Cardhus, y bueno, el resto ya era más dificil de recordar, imágenes sin sentido se amontonaban en el subconsciente rodeadas de una niebla espesa.


Mr.Handsman logró abrir un ojo, recordó donde estaba. Tras cinco minutos intentando ponerse de pie, y varios intentos fallidos, consiguió apoyarse en el pomo de la puerta, maldiciendo al picaporte ("malwdito cabruón, ers un hijjjjo put"). Abrió la puerta, y de la que la cerraba, pisó la cola del gato, el cual le atacó en las pelotillas. El dolor no le impidió tirarse encima del gato para agarrarlo mientras sacaba el revolver. La ira le había despejado, se le había pasado la borrachera, y prueba de esto es que pensó "si matas al gato ensuciaras la pared con su sangre".