domingo, 14 de octubre de 2007
Home, sweet home...
Mr.Handsman. Para poder empezar a tratar con este personaje, primero tenemos que conocerlo por encima. Hacer, por así decirlo, un scaner psicológico de su personalidad, así como otros factores decisivos a la hora de la conformación de su personalidad.
Amanece en la calle Boofya, una roñosa calle del norte de Nueva York. Los tonos grises propios de la suciedad producida por la contaminación se mezclan con los cálidos y anaranjados rayos matutinos. Éstos entran por la amplia cristalera de la azotea donde vive Mr.Handsman. Un curioso olor no precisamente embriagador envuelve las no más de cuatro estancias del apartamento. La razón: el bote diario de habichuelas Heinz con salsa chili que cena todos los días Mr.Handsman (parece ser que no se llevan muy bien con los jugos gástricos de éste).
De repente, algo rompe el "silencio" nocturno del apartamento. El despertador, cual trompeta cojonera, interpreta Barras y Estrellas...Pum!! Pedazo de hostia que se ha llevado el tocahuevos mañanero. Mr.Handsman, en un desesperado intento por no abandonar la cita que tenía con Morfeo, acabó con la vida del aparato.
Tras unos instantes de desconcierto, en los cuales no se sabe si continuará durmiendo, o si por el contrario, iniciará la jornada levantándose y dirigiendose al aseo entonando Noche de Paz para proceder a hacer una evacuación completa. Optó por la segundo. Por mera curiosidad he ilustrado la totalidad del aseo.Como podeis observar en la foto, esto es un señor cagadero en todo su esplendor, Dios bendiga América y a aquellos que inventaron la ducha-letrina.
Tras 15 minutos de sonidos misteriosos, se abre la puerta del aseo. Un tio con el diámetro de un barril de roble americano, donde se almacena brandy, aparece con una toalla envuelta a la cintura (probablemente serían dos toallas cosidas), el pelo corto y mojado salpica el suelo ante la atenta mirada de un gato escuálido, que lo que más desea en el mundo es que su amo tenga una muerte, al menos, horrible.
Pero Mr.Handsman es un estadounidense, obiamente no puede morir. Por eso de la que sale del aseo se mete en la cocina, y con las manos mojadas se pone a prepararse un par de tostadas con manteca de cacahuete (se ve que a los norteamericanos tampoco les pueden dar infartos de miocardio...). Come rápido, la comisura de sus labios ofrece una estampa llena de grasa con migas de pan de molde. Mira el reloj, llega tarde, pero no le importa, el mero hecho de pensar todas las reuniones que tiene hoy (ejecutivos de la empresa armamentística para la que trabaja, así como con varios clientes como la Kúpula del Ku Klux Klan, la cúpula de los panteras negras y algunos estudiantes con tendencias psicópatas) le fatiga.
Corre a ponerse su mejor traje, pero se da cuenta que tiene una mancha de tabasco de los nachos que se hizo en una reunión de trabajo con un grupo neonazi de la costa Oeste, así que opta por un conjunto formado por un traje blanco de piel de manatí que en la espalda lleva bordada la bandera confederada americana. Para rematar, un gorro de magnate tejano acompañado de unas botas de piel de serpiente. Por fin está dispuesto a ir al trabajo, sólo fatla una cosa, un revólver con la empuñadura de nácar, "que hijo de puta que soy" piensa...
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